domingo, 10 de agosto de 2014

c

Dijeron una vez que cuando uno lo escribía terminaba fluyendo como gotas hasta irse, volviendo a veces, pero menos que teniéndolo en la piel.
Para empezar tendría que retroceder mucho, más de lo que me puedo llegar a imaginar incluso. Pero una imagen, eso lo diría todo, voy detrás de ti, tu caminas y veo todo menos tu rostro completo, un acercamiento exagerado de todo lo que existe en ti, tus pestañas, tu pelo que se mueve mientras caminas, los dedos gordos de tus pies. Creo que imágenes como esas, sólo esas captan a una persona con todos sus increíbles detalles. Me gusta pensar que ese es el comienzo, porque no ocurrió en un tiempo exacto, porque está antes que yo y tú de hecho. 
Pero es un capricho, fue un capricho. O esa era la excusa al menos. 
Decírtelo, confesártelo, me hizo sentir en una montaña rusa. Mi boca pronunciaba palabras sin parar, sin pensar o detenerme, sin poder arrepentirme de nada. Sin pensar en ninguna consecuencia, las mejores y peores cosas que he hecho han nacido de eso. Y tú me mirabas, y tenías patitas de gallo en los ojos, y tenías tu sonrisa esa que pones en momentos tímidos. Megusta megusta me gus-tas tú, todo, como para todo. Me iría contigo a la mierda. Algo así y más fue. 
Vamos a otra parte, frío, día frío, llovió un poquito, me costó llegar, pero tenía mi chaqueta más calentita que me protegía de todo, menos de los tiritones de nervio. Principio incómodo, caras nuevas, vamos por el copete... remedio 100% eficaz anti tiriton-nervioso. Piscola, y te miro y sonrío con los ojos en el suelo después. Pusiste las canciones que habías sacado de mi iPod, buen comienzo. Competencia de baile, el piso resbaloso, no dejaba lucir mis pasos estúpidos y deformes. Hagamos la competencia afuera? Voy y no hay nadie y está oscuro. De nuevo, hay que actuar, me acerco de a poco, te miro y acerco los labios a tu cara. Me hablas, excusas, pero lo quieres, y lo sabíamos. Me apoyo en la pared y te acercas y nos mezclamos, y nos besamos, y te susurro un par de cosas, tus manos en mi nuca, se enredan con mi pelo. Mis manos en tu cintura, te miro, y estas con los ojos cerrados, con los labios entre abiertos a un instante de mi boca, lo más cerca que podías estar de mi. Tus piernas se enredan en mi cintura. "Tienes que dormir conmigo hoy, sólo dormir". Para qué decir más si es eso. Y quería decirle todo, y tonto fue escribirselo en papel cuando debió haberme visto a los ojos para que bastara. Quedémonos así como fugaces, como almas demasiado jóvenes para poder conjugar, pero que sin tanta incomprensión, sin tanto miedo, sin tanta inseguridad, habrían sido más de un sólo momento. Una montaña rusa, un megusta de aquellos, una historia irrepetible. Y sabemos bien, lo que pasa una vez, puede que no vuelva a repetirse jamás. Si es así quiero recordar sólo eso, ese momento en que mientras nos besábamos abrí los ojos y te miré a ti con los ojos cerrados, más cerca de mi imposible, más mía imposible. El resto, como gotas.