
La técnica es bastante simple, para ocultar la idea debes mantener tus intenciones indiferentes, mirar con seguridad y fingir que no hay problema. Sugieres pues claro, con claridad y una maldita sonrisa en la boca. Si no resulta cambias el tema y después te retiras de la mesa. Con nuevas excusas vuelves, miras un punto fijo, sin nada en las manos y lo dices de nuevo después de haber pasado mínimo un día (ya que su memoria es frágil) pero esta vez no tienes la maldita sonrisa y la cambias por en vez de preguntar lo dices como un hecho, al cual sólo puede decir que sí.