
entonces te pedían un deseo, te decían que simplemente lo escribieras en el papel, y el papel parecía de un naranjo infinito y parecían tan pequeño, tan minúsculo, y empecé a pensar en qué deseo mandar allá a las estrellas, mandar a los pies de un gigante que espera leer un pedazo de mi mente, y deseaba muchas cosas, pero la que elegí nisiquiera la tenía clara del todo, sé que antes la deseaba con toda mi alma, pero ahora, parecía más bien algo a la espera, una calma que necesito, un espacio en blanco, un silencio indecifrable, al final no puse del todo ese deseo, sólo un fragmento, en la esquina del papel, letras que quizás el gigante no entenderá, al final el deseo, fue el pez en la boca del gato, fue la inicial chispa que hace el fósforo al encenderse, la pisada que se la lleva la ola, todas esas cosas, pero... contenidas con ellos.