Se me había olvidado que eramos tan humanos como para tener huesos, como para no ser bailarines, como para construir castillos de arena, con sal de mar en las orejas, ladrando al mundo, cantando a pájaros sordos, como para molestarme por una putada, como para escupirle a los relojes por no darnos otra chance, y porque nos dividamos siempre, siempre, siempre, conteniendo dos lados, y soñar también divididos, que aún no pueda descubrir su rostro en el sueño, pero siempre sea la misma persona. Y quizás me cuesta decirtelo, por eso tengo que escribir, estamos en un mundo inquieto, y ahora quiero permanecer un rato, con un cigarro sin nada que decir.