domingo, 21 de febrero de 2010

Como siempre quise que fueras.

Íbamos por el centro, me tenías de la mano y caminabas con grandes y rápidos pasos, yo tenía que ir casi trotando porque mis piernas eran muy pequeñas. Tenía la mirada baja y comparaba el tamaño de tus enormes zapatos negros con mis chalitas rojas. La gente también caminaba como tú pero ellos siempre tenían la mirada perdida, tú no... te fijabas cada algunos segundos en que siguieras sujetando mi mano. Ellos parecían máquinas, tu por mientras parecías lo que sigues pareciendo hasta hoy.... un superheroe, mi escapatoria, mi protección.
Seguimos caminando y llegamos a la plaza de armas donde estaba lleno de palomas, entonces yo corría tras ellas para que se asustaran y volaran por montones... tu te enojabas, porque te preocupabas de que en algún giro o trote me perdieras de vista en ese lugar lleno de máquinas y algunos artistas. Al final, después de ver un rato las pinturas y caricaturas cerca de la catedral, nos sentábamos en una banca a esperar que dieran las 2. Mis pies quedaban volando mientras estábamos sentados en la banca, por mientras tus negros zapatos tocaban el suelo sin ni un esfuerzo.
Yo me paraba en la banca para alcanzar tu cabeza y hacerte cariño en el pelo (que ya se notaba una cana por ahí) y aveces te daba besitos en tu mejilla que nunca tenía esa barba puntiaguda como la mejilla de tu compañero de trabajo.
Un día de invierno mientras me bañaba y tenía todo el shampoo en los ojos, te escuche llorar en el pasillo. Y eso te hizo diferente a todos los héroes... tu no morías y volvías a tener más vidas, como en los juegos, como los gatos. A ti te herían y volvías a levantarte, y por eso eras diferente a todos... y por eso eras el mejor héroe que alguien podía tener.