Yo en el piso. Un hombre viejo con olor a zapatos húmedos y un
chaleco apolillado entró por las dos puertas con aire de recuerdo, se
sentó en uno de los plásticos asientos a hacer un aburrido crucigrama
del diario. Una mujer se mantenía muy pendiente en su debate
mental haciendo muecas para todos. Un mendigo subió al transporte
con mal equilibrio y olor a cigarrillos, cantó una canción sin que se le
entendiera ni una palabra… la pregunta es si después de donarle el
dinero iría por más nicotina. El conductor pasaba apretando freno y
jugaba con todos al “efecto domino”, otros leían, otros miraban
despistados el paisaje sumidos en tal vez qué cosas, otros miraban el
piso… todo estaba en movimiento, y así es como llego a casa.
Nicotina, cigarrillos. Aquel amargo sabor que te queda en los labios
cada vez que te hechas un poco del humo encima. Con aquellas
canciones argentinas, que tanto tienen para confesar, un toque como
de ron seco da a nuestras lenguas hábiles haciendo los gloriosos
tonos de la melodía con tanto significado de los enanitos. Yo esa
tarde fui a tu encuentro, porque quería contarte la típica y tonta
historia de que el protagonista había perdido no se qué cosa que
sin duda era indispensable y que lo recupera sólo porque confiesa
que fue un imbécil. Sí, esa historia quería contarte.
Y de qué vale hundirse en esta gelatina de recuerdos, quemar estos
papeles (¿piromanía?) . Pero es que la verdad, no estoy regresando
a casa, hace mucho que mi casa es algo común y absoluto, andado
con mis pasos, hablado con mis voces, reído con mis risas, pero nada
más. ¿No has sentido nunca esa maldita sensación de no pertenecer
o estar satisfecho en ningún lado? Bueno, a eso es lo que voy.
Porque si no estoy acá, podría estar allá, tal vez matando el tiempo o
haciéndolo de oro. Porque si es que hay un destino, no me parece
un juez bastante justo. Si en realidad… no, realidad no. La realidad
es diferente, es otra cosa, no hay realidad ahora… esta que acaba de
dejar de serlo, complejo ¿no?. En verdad no tengo tiempos, el pasado
ni lo toco, ni lo miro, si es que viene casi siempre es inconciente, el
presente muy de reojo (te dije recién que se iba) y el futuro cosa de
tontos planear todo… ahí veré.
Como chicle, tengo grandes orejas y orgullo, ando en micro, escucho
música, escribo de noche, camino según el animo, tomo té, guardo
secretos y tapitas de lata, tengo pesadillas a menudo, me gusta el
sonido del piano, con mis amigos reímos y gritamos y jugamos y
cantamos y caminamos porque eso se nos da bien, y eso es el
presente mirándolo, como te dije, de reojo. Y… (Leer el principio)