martes, 7 de diciembre de 2010
De pelos
con movimientos rápidos y seguros comenzaba con las manos húmedas a a separar los pequeños hilos negros que colgaban de su cabeza, los observaba, los medía con sus dedos y después los cortaba con el instrumento que sostenía. cómo iba a pensar que empezaba a matarlos de una forma despiadada, que ahí en el suelo se encontraban agonizantes para después formar parte de un montón que no sería la cabeza de nadie, no habría pensamientos ni monólogos de nadie, y su opinión y conciencia pues ya no importa. y mientras mojaban los hilos, los traían, los llevaban, cubrían unos ojos incómodos con una capa de pelos, que hacían picar la cara. pero si, es sólo eso... un pelo de perro en las ropas, un pelo de pestaña para deseos. y si no va bien, crecerán y volveran a matarlos, o se caerán y se perderán, y me tardaré mucho en volverte a encontrar.